Y bueno…nuevas vacaciones. Me sentí una smart woman.
Programada, delegando y empoderando a otros. Sin sufrimiento, calma, cool. Todo bien hermanos, cambié, me dije.
Decidí salir un viernes…todo bien hasta que…me piden por favor hacer un par de reuniones. Smart woman empieza a transpirar. ¿Por qué a mi? ¿Por qué yo? ¿Qué hago? Debo decir que NO, pensé. Estaba planificada para ese día. Me pidieron por favor…derrotada por dentro, dije que no había problema, total, ese día no tenía nada que hacer (pero ese día, era mi primer día de vacaciones). Había un riesgo, de que en vez de ese viernes, tuviese que conectarme en las vacaciones (iba a estar en el caribe…con traje de baño…mi empresa “no importa”). Lata. Me conecté ese día viernes. De 12:30 a 15 hrs. A las 15:30 puse mi fuera de oficina. Me sentí frustrada, pero contenta por haber cumplido…culposa…”aún no sé decir que no”…”y yo tan smart q me creo” 🥺
Partió mi viaje y mirando el mar, me di cuenta que el problema ¡nunca fui yo! Fueron los otros, los que atentan contra la smart woman. Los que siguen insistiendo “nunca te pido nada”, “son solo unas horas”…¡son los otros! La amenaza constante de quiénes no han entendido que deben respetar los tiempos y que si ellos no se organizaron, no deberían pedir ese 120 extra…sino que asumir y respetar…porque personas como yo, lo dan. Ellos deben organizarse y cuidarte. Me di cuenta, que hay que evangelizar más, no solo a las super woman como yo que se encuentran en rehabilitación. El bienestar y cuidado, no solo dependen de ti, dependen también de tu entorno, que ellos comprendan la importancia y entender, que te ponen en aprietos y en un dilema que interrumpe hasta tus vacaciones…si te piden ese 120%.