
Era un lunes interferido, lluvioso, frío…ideal para tomarlo libre (lo que no se me ocurrió antes) o para hacer teletrabajo.
La tecnología llegó para quedarse y es necesario que reconozcamos, que para tener un sano balance entre la vida personal y laboral, el teletrabajo hace lo suyo.
Pero siguen existiendo las reuniones innecesariamente presenciales. Me dije no importa, vas a la reunión y te devuelves.
No quiero mentir, pero no tenia ninguna gana de salir de mi casa… además que sabía que lo que iba a ver, se podía hacer por video llamada. Pero bueno, me puse mi mejor abrigada pinta y partí al templo del trabajo.
Decidí ir con buena actitud, no autocompadecerme ni quejarme, total, era pega y era solo una reunión. Iría puntualmente a eso y volvería a almorzar con mi familia y luego a seguir trabajando. Simple.
Pero ustedes saben, me pasan cosas. Primero la reunión se atrasó como 30 minutos, nada terrible. Una conversación un poco incómoda, pero listo. Reunión terminada. Hice un par de cosas. Llovía fuerte…y ahí iba yo…feliz porque había logrado ir e irme…iba pensando en el almuerzo, en las reuniones que tenía…empiezo a bajar las escaleras y en un abrir y cerrar de ojos…puf! Me resbalé por las escaleras…así pasan los accidentes, de un segundo a otro. Me quedé sin aire de los golpes que me di en la espalda. Cuando recuperé el aliento, me dio pena, traté de sentarme y vi pasar por mi lado unas piernas, una persona. Logré sentarme y pasó otra persona…llamé a mi marido, asustada, con dolor y luego de eso logré ponerme en pie…y hasta ahí llegó mi positivismo. Me dio pena, me dolió…pero no solo me dolió el golpe, me dolió la indolencia y el individualismo en el que vivimos hoy. Dos personas pasaron por el lado mío y ninguna se acercó. No digo ni pido que se acercaran a pararme, pero al menos preguntar si necesitaba algo o si llamaban a alguien. Cuando me caí, voló mi cartera y también mi celular, eso estaba en el suelo, tampoco lo vieron.
Y eso me dolió. Que nadie me vio. Y en general, no vemos. No vemos más allá de nuestras narices, no nos metemos en nada. No vemos el dolor ajeno, estamos tan ocupados en nuestros pensamientos, el celular, que no vemos. Me sigue doliendo, me sentí sola. Traté de buscar el lado positivo, pero recordé que tampoco todo puede tener algo positivo. Así que pensé ¿qué aprendizaje podía sacar de esto? Y creo que el aprendizaje es ver, ver a los demás, ver más allá de nuestro metro cuadrado. Sonreír, dar una mano…no cuesta nada preguntar si usted ve una persona tirada en el suelo. Entiendo también que con los cuentos del tío y la delincuencia, debemos vivir de forma individualista, pero me niego a que el miedo aumente mi nivel de indolencia. Quiero seguir siendo consciente y ayudar, si es posible a los demás.
Me dolió…la espalda, varios días, pero más, me dolió el alma.
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