En estas semanas, me ha tocado ser testigo de determinados hechos en la trayectoria laboral de tres personas. Distintas edades, distintas posiciones y en distintas áreas de desempeño. Primera persona, mujer, aproximadamente 38 años, abogada, experiencia laboral 6 años, funcionaria pública, no se le renueva su cargo de jefatura intermedia. Segunda persona, mujer también, alrededor de 50 años, experiencia laboral en éste su último trabajo, 20 años, enfermera, clínica privada. Tercera persona, hombre, ronda los 33 años, experiencia laboral 15 años, profesor universitario, renuncia a sus horas en la universidad, 80% de su dedicación e ingresos. Denominador común: Ninguna de estas tres personas afronta estos cambios con necesidades económicas asfixiantes e inmediatas; es decir, no están lanzadas al desempleo con incertezas en el plano económico en un mediano plazo.
Observo en forma prístina en las tres personas, una propensión exacerbada a dar rápidamente vuelta a la hoja, cambiarse de pista y seguir corriendo, como en los videojuegos, como en Hugo, algunos lo recordarán. Hacer un diplomado, ir a estudiar al extranjero, publicar por todos lados: “estoy disponible”. No hay reflexión. Les aseguro que no la hay, conversé con mis tres protagonistas.
¿Por qué esa necesidad urgente de dar el siguiente paso? ¿Es acaso que sí cada una estaba preparada y lo había previsto y diseñado su plan de acción? Nones. Sus conductas más bien parecen – para ponerle un poco de teoría conspirativa – un plan de acción diseñado por “otros/as”. Es mejor no pensar mucho, no divagar, no reflexionar, no imaginar, no analizar, no evaluar, no concluir, no conversar, no levantar la vista.
Parece que transitar en esa dirección, la del corre corre y decide rápido, es signo de los tiempos, de que si no actúo en forma inmediata, se pasan “las oportunidades”, la opción la toma otro/a; se nos va la vida en la urgencia, que es necesario cuando estamos en modo sobrevivencia, pero muy nocivo, en la vida cotidiana. Cuando estamos en el impulso irreflexivo, dejamos de tener control y como consecuencia, también responsabilidad sobre las decisiones que vamos tomando.
A mis tres personajes que bien les haría tomar un respiro – no me refiero a un año sabático, aunque tampoco es descartable – que saquen conclusiones, que se hagan preguntas constructivas, que se atrevan a imaginar otros mundos, otra forma de vida, otras relaciones, otra forma de estar en la sociedad, que diseñen y planifiquen con información de distintas fuentes, que contrasten posibilidades. Una no se anda cambiando a cada rato de laburo, por lo tanto, estas circunstancias de quedarse “sin pega, sin cargo” pueden convertirse en un espacio de introspección que incida positivamente en la autogestión en la vida profesional. Refuerzo que ninguno de estos tres personajes enfrenta el desempleo sin recursos en el mediano plazo.
Esta tendencia a la decisión rápida, ¿será algo propio de las mujeres cuando estamos en cierto momento de nuestra vida laboral, tendrá que ver con ser mujer? “Ha costado tanto llegar hasta acá, que no me puedo farrear el momento”. Quizás tenga que ver. Pero ojo que uno de mis protagonistas es hombre.
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