Y bueno…seguimos con las historias relacionadas con salir de la nunca bien ponderada zona de confort (a veces sobrevalorada también).
En la locura de aprender temas nuevos…me sobre exigí (capaz que necesite nuevamente un viaje al futuro).
Un día, quería hacerlas todas. Me sobrevendí. Pensé que el reloj sería piadoso conmigo, pero me olvidé que es un reloj y que los segundos avanzan sin cesar. Yo queriendo hacerlas todas…obvio que sería un desastre. Fui a dejar a mis hijos al colegio, porque “debo” hacerlo…en vez de decirle al padre de las criaturas que ese día estaba complicada me las di de “súper woman”. Obvio que llegué corriendo y obvio que para salir había un taco kilométrico y obvio que no alcanzaría a hacer todo, pero sentir una vez más que fallo con la maternidad, me golpea y me ciega. Iba a toda máquina y por ahorrar dos minutos doblé donde no debía. Obvio, me pasaron un parte, me quitaron la licencia. Me dio rabia. Me enojé conmigo. Iba tan enojada conmigo que llegué al estacionamiento y estaba tan ensimismada que no escuché las mil alertas de sonido que tiene mi auto, ni vi la pantalla enorme que te dice claramente si vas a chocar o no, y choqué el auto en el estacionamiento. No escuché nada…solo escuchaba la voz de la culpa. La voz del deber ser que me gritaba en la oreja. No vi el mundo. Me puse a llorar…y mas encima no tenia ni tiempo para llorar!!! Solté varias lágrimas, agarré el maquillaje y disimulé la culpa de olvidar que no soy una super woman y que no soy omnipresente. Olvidé que para mis hijos no solo es importante verme en el colegio, sino que también verme feliz, desarrollada profesionalmente…olvidé…
Reflexioné…¿por que me olvido? Y la conclusión fue simple. Me olvido porque el ego y el miedo a fallar, no se olvidan. Quedan dormidos, pero no relegados y a veces, aparecen de forma potente. Por eso es importante ser conscientes, respirar, no perder el norte…no olvidarte de ti… de cuidarte y de querer y de entender que si eres suficiente…
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