A propósito de la pandemia por el Covid 19, que aceleró nuevas formas de ejecución del trabajo, surge la pregunta qué tan instaladas quedaron las prácticas asociadas a la supervisión que obligadamente debieron desplegarse en la organización del trabajo remoto. La explotación creciente de la tecnología y aplicaciones permitieron que determinadas economías no sucumbieran, otras que salieran a la luz, manteniendo activa a la fuerza laboral, conectada y productiva. Ante la imposibilidad del encuentro en el espacio laboral físico, el teletrabajo surgió como una luz en aquel túnel oscuro en que nos encontramos como humanidad (me refiero en el contexto laboral, no estoy haciendo una apología al teletrabajo y su impacto en el sentido de la vida misma, nunca tanto)
¿Fue realmente una evolución en la forma de pensar en los directivos, gerentes, en los trabajadores?
El desafío fue enorme para aquel que debía conducir a su equipo, ya no desde el control presencial – donde mis ojos te vean – sino que, desde la motivación, fortalecer el sentido de la función pública, la contención por la realidad que vivíamos; desarrollar lazos de confianza en la relación de trabajo. Para los “trabajadores remotos” (raro, pareciera que remoto es de la prehistoria, pero es hoy, de máxima vigencia) también un gran desafío, cuando las condiciones de trabajo al interior del hogar no eran las óptimas. Vimos en directivos (as) y funcionarios (as), lo mejor y lo peor, el sentido de responsabilidad y capacidad de movilizar, la empatía, la disposición, creatividad puesta a prueba todos los días, despliegue de la capacidad y disposición a aprender contra el tiempo, de comprender los entornos y ser flexible. Cuando digo que también vimos lo peor, es porque también hubo desidia, desconfianza, dolor.
Hubo aprendizaje profundo, mas no instalación:
Han pasado años, y siento que nos faltó un poco más de experiencia pandémica (qué ironía!!). Han existido avances de orden legislativo y normativo, y de eso haré referencia al final.
La legislación, la normativa es tan sólo un “esencial” en el desempeño de la función pública. Qué preocupa entonces ..... las interpretaciones colectivas al interior de la administración pública, los aprendizajes realizados en años de historia, la cultura. Me refiero a esa cultura que nos dificulta avanzar o avanzar bien, en el sentido correcto.
El teletrabajo nos desafía enormemente, mi invitación es a recoger institucionalmente la valiosa experiencia transitada en estos años de pandemia, relevar y difundir las buenas prácticas de conducción y supervisión de equipos, reforzar el desempeño destacado, re significar el control a la luz de la experiencia. El desafío es implementar estos cambios en forma sostenible para el sistema. Estar atentos que en este proceso de carácter modernizador y transformacional de la forma de cumplir la función pública, no nos atrape la tentación de torcer ese sentido pretendiendo que a través de la elaboración de protocolos para implementar estas medidas, se corregirán otras falencias en el control y desempeño de un sector minoritario de funcionarias y funcionarios públicos. Me surgen preguntas, por qué los directivos y las jefaturas no podrían acogerse a esta forma de trabajo, por qué se quiere fijar un domicilio geográfico donde estén las oficinas centrales/regionales, por qué se ha ido instalando el juicio de que el trabajador presencial es el más comprometido, y el remoto no, porque “goza” de mejor calidad de vida. ¿Por qué la calidad de vida es subestimada y el sacrificio desmedido e improductivo (desplazamientos, por ejemplo) es un mérito? Se abren muchas interrogantes del ser chilensis.
Marco Legal:
Al comienzo de la pandemia ya teníamos legislación del teletrabajo; luego por la emergencia sanitaria en sus distintas fases, se fue regulando el trabajo remoto donde aquella ley no lo contemplaba, mediante leyes especiales de vigencias excepcionales, reglamentos internos facultativos, dictámenes de la Contraloría General de la República, etc. Se legisló el teletrabajo, con cambios en el Código Laboral, en la Ley de Reajuste del Sector Público de 2023 se introducen artículos que facultan a Jefes/as de Servicio para incorporar – con ciertas condiciones – el teletrabajo, 2023-2026. En lo que se ha llamado medidas de transición para el sector público, antes de traducirlas en cambios en el Estatuto Administrativo – se incorporan 40 organismos que se podrán acoger al trabajo remoto.
La elaboración de los reglamentos toma su tiempo, dinámicas institucionales más o menos ágiles, interés de la alta dirección, etc. múltiples factores inciden en su elaboración.
Y qué te parece, ¿contribuirán estos cambios a mejorar el servicio público hacia la ciudadanía? ¿Qué riesgos ves? Atrévete y comenta.
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