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¿Cómo nos empoderamos las mujeres?

Hace años que escucho, leo y uso la palabra EMPODERAMIENTO.

Ahora lo hago con naturalidad, pero al comienzo me resistí. Era para mí una traducción facilista de EMPOWERMENT. Hoy lo asocio con habilitar, atreverse, tomar acción, ser protagonista, decidir, sacar tu voz y ser dueña de tu destino.


Suena a autoayuda o coaching vinculados al ámbito de desempeño de las mujeres profesionales de elite.


¿Es posible que este empoderamiento sea sólo para que las mujeres ejecutivas desarrollen su carrera y liderazgo?


Aunque empoderarse debiera tratarse de adquirir la capacidad para tomar decisiones sobre tu vida, hoy es visto como un mandato tácito que dicta a las mujeres profesionales el deseo de empoderarse y llegar a ser gerentas. Cabe considerar si, al devenir en presión social o imposición ¿es realmente empoderador?


Así surge otra pregunta ¿De qué otra forma, aparte de ser gerenta, se valida el empoderamiento femenino, por ejemplo, fuera del mundo corporativo? 


En la sociedad civil y en las organizaciones de base, sin duda hay mujeres liderando: dirigentas vecinales y sindicales, directivas en centros de padres, presidentas de comités administrativos en edificios, organizadoras de ollas comunes o de comités para vivienda. Todas ellas están empoderadas en mayor o menor medida.


¿Cuáles son las condiciones mínimas para que emerja ese empoderamiento y que las mujeres se sientan poderosas? Un requisito fundamental es la seguridad.  Debe ser poderosa para que aquellas lideresas ejerzan su rol con confianza, sin miedo, viviendo en un entorno libre de violencia de género.


También debiera ser la base en el mundo corporativo. A veces, pensamos que la violencia está presente sólo en algunas capas de la sociedad, pero es un fenómeno que atraviesa todos los estratos sociales.


A menudo en círculos corporativos obviamos la posibilidad de que mujeres con perfil ejecutivo vivan violencia de género, poniendo el acento solo en conseguir ascensos, negociar mejor y ser asertivas. 


En esos ámbitos, la violencia se suele abordar con reglamentos y canales de denuncia. Pero son los menos y se remite a empresas de vanguardia en equidad. Más escasas aún son las iniciativas empresariales dirigidas a un cambio cultural que permita romper tabúes.


La pregunta medular es ¿puede empoderarse realmente una mujer que es víctima de violencia de género?


¿Qué abordamos primero?, ¿eliminar dicha violencia para luego empoderar o empoderamos, para romper el círculo de la violencia?


En cada encuentro, charla o taller con lideresas ejecutivas o sociales, debemos relevar que lo primero es garantizar espacios libres de violencia, recogiendo sus necesidades para intentar priorizar dentro de este desafío multifactorial de inequidades que vivimos las mujeres. Sólo desde ahí podremos construir herramientas para empoderar a más mujeres.


En este sentido, la ley en tramitación en Chile desde 2017 que garantizaría el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia, emerge como una condición necesaria para que el empoderamiento de las mujeres y la equidad sintonicen.


Se trata de empoderar para erradicar la violencia y sin violencia empoderarnos para avanzar hacia la equidad, nutriendo el círculo virtuoso de mujeres poderosas.

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